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viernes, 7 de septiembre de 2012

Solo los indios han derrotado al ejército de Estados Unidos




Un lector de “La Rubiera” me ha documentado y pedido que narre como los indios hicieron la proeza de derrotar y masacrar al ejército de los Estados Unidos de América. Y, en verdad, si leemos la historia encontramos que en las guerras en que se han metido, nunca los han derrotado y menos masacrado y ni pensar que ello haya podido ocurrir en su propio territorio: fueron sus tropas decisivas para ganar la primera y la segunda guerras mundiales. El poderío y el genio militar de las tropas de Hitler no los vencieron; pero si, en las llamadas “Guerras Indias”, su poderoso ejército, en territorio estadinidense, comandado por un autentico héroe nacional que, a por su valor y meritos, a los veintitrés años de edad fue general de los Estados Unidos de América, fue derrotado y masacrado por las tribus indias del occidente de la Unión Americana.
“El destino histórico”, que llevó a las trece colonias inglesas y francesas a convertirse en el imperio más poderoso de la edad contemporánea, las llevó a expandirse: Primero compraron a Napoleón, la Luisiana, después la Florida a España y luego Alaska a Rusia, pero también anexaron a Texas, California y Nuevo México, mas de la mitad del territorio mexicano y los territorios indios necesarios para formar un todo de la costa del Atlántico a la del Pacifico, entre los cuales cabe mencionar a Montana, Yellowstone y Dakota. Los indios de América del Norte de entonces, como los de América del Sur, eran muy pocos y vivían como viven nuestros Cuibas, Guajibos, Guayaberos, Cuberos, Tucanos etc. Mas o menos nómadas, de modo que los colonos llegados de allende la mar océano, fácilmente se apoderaron de sus tierras y los redujeron a lo poco que quiso dejarles el Gobierno de la Unión; pero, así y todo, se volvieron un obstáculo para la construcción del ferrocarril que uniría las dos costas: la del Atlántico con la del Pacifico, y para explotar unas minas de oro que descubrieron “ los blancos” en sus cerros sagrados en Dakota del Sur, en mil ochocientos setenta y cuatro que, naturalmente quisieron explotar, pese a lo cual los indios se opusieron alegando ser de ellos el territorio y el derecho a la vida nómada. El gobierno de la Unión dio un ultimátum a las tribus indígenas para que desocuparan estas tierras a más tardar el treinta y uno de enero de mil ochocientos setenta y seis. Los indígenas no hicieron caso y el general Philip Sheridan, conocido por sus campañas contra los indios y sus brutales métodos, envió una expedición a combatirlos comandada por el general George Cook, que debía destruir las fuerzas indígenas del guerrero indio “Caballo Loco”, en el valle de Yellowstone, pero fracaso en su intento. En mayo de mil ochocientos setenta y seis, el gobierno envió un nuevo ejército decidido a dar caza a los indígenas, compuesto por tres columnas: una al mando del general Cook, otra al mando del coronel Gibbon y otra del general Terry: de esta ultima hacía parte el 7º Regimiento de Caballería, comandado por el Teniente Coronel George Armstrong Cuter, un verdadero héroe y genio militar que , a los veintitrés años de edad fue ascendido a General de los Estados Unidos de América, pero luego degradado a Capitán, porque la Constitución Nacional no permitía tan vertiginoso ascenso. Custer, de larga, abundante y cuidada cabellera rubia, a quien los indios llamaban “Pahuska”, “el de los cabellos largos“, y era muy conocido de ellos por jactarse de ser un matador de indios, que pensaba como su jefe el General Sheridan: “el único indio bueno es el indio muerto”, aspirante con grandes posibilidades a la Presidencia de los Estados Unidos, al frente del 7º Regimiento de Caballería, de doce compañías, con un fusil y un revolver último modelo cada uno de sus soldados, se enfrentó a los indios comandados por “Caballo Loco”, el jefe de los Sioux, y al mando de un ejército de siete tribus, y a los liderados por “Toro Sentado”, el comandante de los Humepapa, la más belicosa tribu de los Dakota. La  batalla se libro junto al rio Little Bighorn, el veinticinco y veintiséis de junio de mil ochocientos setenta y seis; ambos bandos decididos al exterminio total del adversario, hasta el extremo que el altivo Custer, orgulloso de su abundante y larga cabellera rubia hubo de cortársela a sí mismo en plena batalla, para no ser reconocido por los indios quienes, al fin lo reconocieron y rodearon, cada uno buscando el honor de matarlo. El resto de las tropas no pudieron intervenir en la batalla. Del ejército de los Estados Unidos solo quedo un sobreviviente: el caballo Comanche. El cadáver de Custer fue recuperado y enterrado, como un héroe americano en West Point; pero los indios no olvidaron su gran triunfo y el primero de julio de dos mil tres, lograron que los Estados Unidos erigieran el primer monumento oficial norteamericano a una victoria india, alzando uno  en su honor en el escenario de la mayor victoria india frente a las tropas estadinidenses. Desde entonces se ha llamado “Monumento Nacional del Campo de Batalla de Little Bighorn.”
Esos mismos indios Sioux son los que, en solidaridad con sus hermanos los Cuibas, cuando quienes les dieron muerte fueron absueltos, desfilaron por las calles de su comarca con pancartas en que decían: “Los indios no  son animales.”

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