Al decir de los
geólogos, la Macarena es una serranía creada unos mil quinientos años antes que
la cordillera de los Andes, de la cual es vecina, de ciento veinte kilómetros
de larga, treinta de ancha y de dos mil quinientos metros en la parte más alta,
con climas frío, templado y caliente, a poca distancia unos de otros. Como lo
dijo alguien, la Macarena “es un fósil viviente de la edad terciaria” cubierto
por espesos bosques, en que se refugian la flora, y la fauna de la cordillera
andina de la selva amazónica y de la Orinoquía llanera. Es lugar de nacimiento
en la selva, de ríos que en la llanura crecen hasta ser tres veces más grandes
que el Sena, cinco que el Hudson o seis que el Támesis.
En flora encontramos
desde el Pusanga, un musgo del que los indígenas fabrican una leche afrodisíaca,
hasta orquídeas de todos los tamaños y colores y desde gigantescos y milenarios
árboles de diversos colores: verdes, amarillos, rosados, rojos y morados, con
flores de los mismos colores y también blancas y azules hasta la victoria regia
o amazónica, un loto gigantesco.
En cuanto a la fauna, hay
desde minúsculos, medianos y grandes insectos, unos que se comen al hombre y
otros que el hombre se come, hasta medianas especies de arañas, escorpiones,
sapos, ranas y murciélagos que los hay blancos y los que pasan de castaño a
oscuro; hasta grandes saurios: caimanes y babillas; también hay osos, pumas y
leopardos…Y en cuanto a peces, hay centenares de especies, desde los minúsculos
y ornamentales, propios para acuarios, hasta bagres de uno, dos o tres metros
de largo; en cuanto a animales voladores: mariposas y aves, de estas más de
cuatrocientas especies, las hay desde las chisguas o desanos y cardenales,
hasta las águilas, el rey gallinazo y el cóndor. En síntesis: Hay desde
microbios hasta guíos o anacondas de diez, treinta o cincuenta metros, que
parecen árboles caídos y que fácilmente almuerzan con un toro.
Como si lo anterior
fuera poco, hay en la región corrientes de aguas, como Caño Cristales, famoso
por sus aguas transparentes que permiten verlo azul, verde o rojo, según el
sitio y la vegetación y que se esté en tiempos de lluvia o de sequía; o como el
raudal de Maipures, calificado por Alejandro Von Humboldt como “la octava maravilla del mundo”; los grabados
rupestres o petroglifos del mismo Maipures y lugares cercanos que con
caracteres completamente alineados, que parecen letras, y sus representaciones
de venados, nos traen a la memoria la Cueva de Altamira y desaparecidas
civilizaciones de otras partes; o la legendaria cuidad de Maroa, de que habló
el comodoro de la Guardia Real de Inglaterra, sir Walter Raleigh, en que
existía un templo construido en mármol, con altares de oro revestidos de perlas,
que consideró ser El Dorado y que juró ante su reina, Isabel Tudor, conquistar
para la corona pero que, al no lograrlo, fue causa de que el rey Jacobo
ordenara ajusticiarlo por embustero y despilfarrador del tesoro real.
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