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domingo, 5 de agosto de 2012

Capítulo 51. Algo de filosofía


¿Por qué los procesados no son asesinos sino “hermanos de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol”, es decir, gentes de espíritu bello?
Veámoslo: hay consenso universal en el principio de Aristóteles de que “el hombre es un animal social”, por tanto, que el hombre solo vive en sociedad. El hombre solo no se concibe, solo en memorable novela, y aun así no estaba solo porque lo acompañaban los recuerdos de otros hombres y sus realizaciones.
Pero, ¿en qué sociedad vive el hombre? En la suya, desde luego, que está en permanente cambio: la sociedad de Aristóteles y de su prominente discípulo, Alejandro Magno, el conquistador y el Emperador del mundo antiguo, no es la misma de su otro discípulo magno del siglo XIII, Tomas de Aquino, el Santo, el doctor de la iglesia católica, y mucho menos de nuestra sociedad.
En la nuestra jamás pensó Aristóteles. Difiere de la de él en el vestido, en las habitaciones, en los medios de transporte, en las comunicaciones, y, sobre todo, en las costumbres: la religión, la familia, el matrimonio, el divorcio, el aborto, la eutanasia, las relaciones entre padres e hijos, entre gobernantes y gobernados, entre los jóvenes entre sí, entre las prácticas del sexo, en el uso del alcohol y en la drogadicción etc.
Así también las costumbres de los llaneros difieren de las de nosotros, los del interior, y no por culpa de ellos ni de nosotros, sino de los gobiernos; somos parte de Colombia: el llanero difiere del rolo, del paisa, del costeño, del negro, del pastuso, del opita, etc., pero mientras estos últimos grupos estamos más o menos unidos por carreteras, periódicos, radiodifusoras, colegios y universidades, los llaneros están incomunicados o levemente comunicados con el interior. Salvo las carreteras de Bogotá a Villavicencio y la de Sogamoso a Yopal, podríamos decir que “No hay camino, se hace camino al andar”, que obviamente con el continuo andar, ha habido que cubrirlo con una ligera alfombra de asfalto…
Pero volvamos a la filosofía: Si el hombre es un animal social, no puede existir fuera de la sociedad. La sociedad está compuesta por individuos, pero la sociedad no es un mero conjunto de personas, es algo más que la suma de sus Pedros y sus Juanes. Y así como la sociedad no es una mera suma de los hombres que la forman, su vida mental no es una simple suma de las ideas y sentimientos de los individuos que la integran, sino el producto de su asociación recíproca.
Si el hombre siempre ha vivido en sociedad, si es un animal social, puede afirmarse que el hombre siempre ha tenido como medio ambiente la sociedad y desde entonces ésta determina, a su vez, los individuos: el individuo se desenvuelve dentro de la naturaleza, del medio, de la sociedad: “Dime con quién andas y te diré quién eres.”
            Si examinamos el desarrollo de cada individuo, vemos que en realidad está influido por su medio ambiente: Al nombre se le educa en la familia, en la escuela, en el colegio, en la calle, habla un lenguaje que es un producto de la evolución social, piensa en conceptos que han sido originalmente desarrollados  por series enteras de generaciones precedentes, está rodeado por otras por unas que lo influyen sobre él en todo momento. Al igual que una esponja, absorbe constantemente las impresiones y todo esto contribuye a formarlo como individuo. De donde resulta que el individuo mismo es el resultado de una concentrada condensación de influencias sociales. Y por eso el individuo extrae sus móviles de acción del medio social.
En los territorios colombo-venezolanos, desde antes del descubrimiento de América, unos grupos humanos sojuzgaban, torturaban, esclavizaban y vendían otros: “Solo los caribes somos gente”, decían estos, según el relato de don José Gumilla en “El Orinoco Ilustrado” y ya hemos visto como el fenómeno subsistió y se agravó en la conquista, en la independencia y en la república. Sin ir muy lejos, en ésta, el general Rafael Reyes, uno de los mejores residentes que Colombia ha tenido, vendió 3.000 indios y esclavos en el Brasil. Asesinó otros tantos y comió carne de indio, claro está que por etiqueta. Por eso las gentes ignorantes del llano y de la selva han concluido que “matar indios no es un delito” y que “matar indios no es malo.” Por esto los llaneros que ahora juzgamos, son fruto de su medio ambiente, no del nuestro.
Por eso, juzgarlos conformes a la lay colombiana es tan absurdo como juzgarlos conformes a la ley de Suecia, de Noruega, de Suráfrica, del Pakistán, de China o de Rusia.

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