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miércoles, 27 de junio de 2012

Capítulo 17. La vida en el llano


En el llano los fenómenos impresionan irracionalmente: el sol, que parece dar tumbos, tiene explicación científica, pero a nadie interesa; la oración ingenua, que libra de gusanos al ganado, debe tenerla, como también que una persona mordida por serpientes se cure con sueros antiofídicos o con rezos, pero que muera si se la aplican ambos: “En el llano las cosas son como son y no como debieron ser”, porque en él el confín del mundo es nuestro propio ser; porque el llano es el mundo de los sueños, en que vemos las cosas como queremos verlas; sus valores no son racionales, porque no son fruto de la reflexión, sino de la tradición oral.
Muchos podemos, en el llano, ser como dioses: vivir la prehistoria y, al mismo tiempo… saltar al siglo XV… al XIX… vivir el presente… y vislumbrar el futuro, al mismo tiempo… pero otros muchos, tan solo pueden vivir la prehistoria, o el siglo XV como ocurre a los protagonistas activos y pasivos de este caso.
Esto plantea una realidad muy difícil de entender: la convivencia simultánea, en un mismo lugar, de gentes que culturalmente viven en diferentes ciclos del tiempo.
Y ese singular fenómeno es el que nos permite a nosotros, hombres del siglo XX, juzgar a unos hombres del siglo XV, por haber dado muerte a unos hombres de la prehistoria.


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