Capítulo 26. Las oraciones milagrosas

Para la mordedura de serpientes, para curar las gusaneras del ganado, para hacerse invisibles.

Sobre la oración, sobre los místicos y sobre la fe, se han escrito en todos los tiempos y lugares, miles de páginas. Por ello no es innecesario hacerlo una vez más.

En el llano y en la selva, donde son tan escasos los obispos, los presbíteros, los rabinos, los pastores y aún los simples predicadores, por lo general no son los hombres quienes enseñan a creer, sino la naturaleza: Ante el silencio majestuoso y el cielo azul, o ante los cantos de las aves, seguidos de truenos, relámpagos y lluvias, el hombre se siente “una brizna de paja en las manos de Dios”, o Dios mismo.

Las oraciones surgen de sus emociones: del temor, del remordimiento, del desánimo, del gozo, del triunfo. Brotan del espíritu y buscan a Dios con alabanzas, con triunfos, con quejas, con súplicas, en que se percibe la paciencia, la perseverancia y, sobretodo, la fe. La fe en la ayuda de Dios.

Es así como a algunos, ante los dolores que les causa una mordedura de serpiente y la inminencia de la muerte, elevan el corazón a Dios y le piden mercedes, con palabras sencillas, ingenuas, con deficientes recuerdos de la historia religiosa, que surgen espontáneas de lo más profundo de su ser, peticiones que les quite el dolor y les prolongue la vida. Es entonces cuando rezan a Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, a su Madre y a sus Santos. Les piden fervorosamente que les quiten los dolores y los curen.

Entonces un chamán, un curandero o un brujo les imponen las manos y les rezan más o menos así:

“Bienaventurados mi Padre y Señor San Benito; bienaventurado mi Padre y Señor San Pablo: Por la misericordia que Dios, mi Señor, les hizo a la hora de su muerte, San Pablo y San Benito concibieron esta oración y en nombre de estos Padres con ella hago esta petición:

Por el gran poder de Dios y los dolores de su Santísima Madre, encarecidamente os ruego que libres a _______________________ de esta mordedura de culebra. Así como la serpiente maligna que a tus pies, Oh Madre mía, Virgen de la Concepción, la has hecho inofensiva, así yo haga inofensiva la que mordió a ___________    sangre de ___________________líbrate de venenos, así como se libró Jonás del vientre de la ballena.

Detente veneno como se detuvo Nuestro Señor Jesucristo, en la calle de la amargura, detente veneno como se detuvo Nuestro Señor Jesucristo delante de Pilatos, detente veneno como se detuvo Nuestro Señor Jesucristo ante el Sagrado árbol de la cruz. Ponzoña y veneno mueran, ponzoña y veneno sanen por dentro y por fuera, y por fuera y por dentro sanen. Amén.”

Esta es la oración para la mordedura de serpientes.

¿Queréis conocer la oración para curar las gusaneras de los ganados y bestias?

Oídla: “Oh san Martín de Loba, ayúdame a curar este animal de gusanera maligna. Creo que se han de morir todos de uno en uno. Creo en San Martín Cirineo y en todos los Santos del Cielo. Creo en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo. Amén”

Como veis, son oraciones sencillas, ingenuas, con deficientes recursos bíblicos que en la tribuna forense o en nuestros dormitorios nos hacen exclamar: ¡Qué ingenuidad la de estas gentes!, pero en el llano y en la selva nos deja perplejos: Los picados por las serpientes se curan y las gusaneras se salen, y nos preguntamos: ¿Cómo es posible que las tres o cuatro afirmaciones de un chamán, de un brujo o de un simple rezandero, con la imposición de sus manos curen a un ser humano de la mordedura de una serpiente y, sobretodo, que habiendo sólo dos tratamiento efectivos para la mordedura de las serpientes: La oración o el suero antiofídico, si se aplican los dos, muere la víctima?

Eso sólo tiene una explicación: la fe, la fe que traslada las montañas. Cuando se aplican los dos remedios es evidente la deficiencia de fe en ambos. Frente a la ingenuidad de los llaneros, yo me pregunto: ¿No los superaban los de Riom, en Auvernia de la culta Francia donde, conforme al relato de Roger Peyrefitte, “Hay ya dos San Amables, de los que uno es protector de Riom, en Auvernia, donde uno de sus dientes curaba antaño las mordeduras de víbora….”?

Y, en cuanto a la oración para hacerse invisible, oigamos a la escritora llanera Silvia Aponte:

“Tucupiro sabía de oraciones y conjuros que lo transformaban en cosas tales como plantas, comejenes, bultos que los hombres de la ley no podían distinguir de otros. Era así como se dejaba perseguir y desaparecía ante la vista del enemigo…

…. Cierta vez lo llevaban casi agarrado, ese era su juego, hacerle creer al enemigo que era su prisionero y sass. Los dejaba con un palmo de nariz maldiciendo al fulano. Pues bien, se les metió en un Topochalito, al que rodearon los agentes, buscaron mata por mata sin que hubiese algo diferente que un racimo de apetitos cambure bien maduro.

Tanto maldijeron y echaron pestes del maldito brujo, como lo llamaban, que resolvieron comerse unos cuantos bananos. Luego se largaron saboreando su fracaso. Una vez que se perdieron de vista, Tucupiro recobró su forma corporal, escupió despreciativamente mientras resollaba palabrotas. Guates jijueputas, se me jartaron la ropa, pues la mata de plátano y su racimo maduro, no era otra cosa que él, sobre su caballo, y los maduros devorados por los agentes, era su ropa que quedó vuelta trizas….”