Reitero que en el llano
son bellos, cautivadores y sin límites la tierra plana y en ocasiones verde,
los ríos de aguas de cambiante color, el sol como la brisa que nos golpea el
cuerpo y nos llena los pulmones, la flora en sus tres manifestaciones: plantas,
flores y frutas, la fauna, particularmente en aves y mariposas multicolores,
los paisajes reales pero que parecen de pintor surrealista, y sobre todo la
libertad, la muy real libertad. En el llano si se es plenamente libre. No
olvidaremos que allá nacieron y se criaron los lanceros semisalvajes que dieron
la libertad a Colombia, en la alta llanura, en la Sabana de Boyacá y también los
que heroicamente murieron semidesnudos, por no decir completamente desnudos,
congelados en el ascenso a las cimas de
la helada Cordillera Oriental.
No olvidemos que para
los llaneros su paraíso es candente y el frio infernal, a la inversa de los
cordilleranos para quienes las tierras bajas son el infierno y las altas paradisíacas.
El llano hace evidente
el panteísmo: en él nos sentimos incorporados en el todo y cuando ello ocurre,
en ese instante, perdemos la noción del ser, de la individualidad, nos olvidamos
de las necesidades y de las penas, perdemos la noción del tiempo y todo es
presente, somos una parte del todo, nada más; estamos en comunicación con Dios, somos dioses. Es entonces cuando
quienes hemos nacido y vivido en las grandes ciudades, como en nuestra Bogotá de
siete millones de habitantes, vacilamos:
si nos quedamos en el paraíso o volvemos a la civilización.
Muchos se han quedado y
muchos han vuelto a ella, estamos en la situación de Adán y Eva ante el árbol
de la ciencia del bien y del mal: tenemos en la mano la fruta prohibida: el
recuerdo. Si lo desechamos viviremos eternamente en el paraíso; si lo comemos,
volveremos a la civilización.
¿Vale la pena volver a
la civilización de viviendas pequeñas en altos edificios, calles de
trafico vertiginoso, de largas colas, de
alimentos abundantes cuando abunda el dinero, pero que cuando escasea el
trabajo llega a ser “sopa de periódicos”?
(Sí, sopa hecha con hojas de El Tiempo,
El Espectador, El Nuevo Siglo o de lo
que se encuentre).
¿Qué es preferible: el
mundo en que la radio, la televisión, el cine, internet, que nos mantienen
sumergidos en donde ocurren los hechos, así sea a miles de kilómetros; o el
mundo en donde la naturaleza nos prodiga alimentos suplementarios al sol, al aire
puro, que son vida, pero en donde nos importa un comino el tipo de gobierno que
digan tenemos o quien sea el gobernante?
¿Qué es preferible? ¿El
mundo de las ideologías religiosas, políticas y económicas, con sus cultos, sus
controversias, sus controles: el espionaje de la madre, de los hermanos y de
los hijos, la protección del “gran hermano”, sus controversias y luchas y sus
héroes: Superman, la mujer maravilla, Homero Simpson o el mundo del panteísmo? ¿El
de Prometeo cuando ideaba dioses y les daba vida? En el llano podemos escoger.
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