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martes, 12 de junio de 2012

Capítulo 5. La pezuña de un perro



Como es apenas obvio, en la diligencia de reconstrucción de los hechos, también se tomaron medidas métricas y se tomaron retratos; y se dispuso recoger, en una bolsa plástica, los restos del holocausto para enviarlos al Instituto de Medicina Legal, a fin de que tal institución científica determinada el número de personas a que pertenecen, sus edades y demás circunstancias que sirvan para el esclarecimiento de los hechos.
Fue así como meses después, llego al expediente el experticio médico legal, según el cual la bolsa enviada por el juez contenía materia gris calcárea de imposible identificación, salvo la pezuña de un perro.
Esa materia gris calcárea y la pezuña de un perro sirvieron para alimentar la demagogia judicial de uno de los fiscales que, limpiándose las lágrimas apareció retratado en algún periódico;  y para que otro, que quería parecer adolorido, solicitará que, “como un homenaje nacional a estos humildes hermanos tan vilmente asesinados”, se sepultan sus cenizas en el lugar más alto del nevado del Tolima; sin embargo esas cenizas y esa pezuña rodaron por  los vericuetos del Palacio de Justicia hasta que nadie supo más de ellas.

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