Páginas

viernes, 22 de junio de 2012

Capítulo 13. El Exordio


Estos que veis aquí, en los banquillos de los acusados, estos que veis aquí, repito fueron mis compañeros de prisión cuando, víctima del encono estéril y obsesivo de mis enemigos, vine a pagar por unos días, a la cárcel de Villavicencio, poco después de salir, por preclusión, de una breve temporada en la de Bogotá, debida al odio de quienes se sienten importantes para el Amor, la Verdad, la Justicia, y la Belleza, porque saben que amo y que me  aman que digo la verdad, siento la Justicia y capto la Belleza.
            El tiempo en la cárcel para los detenidos tiene una doble dimensión: la que contabilizan los jueces y los carceleros y la que viven los reclusos, que tiene, además, un factor de intensidad. Por eso, este fue para mí un lapso de emociones y de sublimación…tanto más cuanto que, como preparación, me arrojaron durante veinticuatro horas en un calabozo  inmundo, carente de luz y de aire puro, pero en cambio abundante en bichos y en gemidos de dolor de mis vecinos; en las súplicas de un mendrugo para saciar el hambre, o de un vaso de agua para calmar la sed; y abundante también en las interjecciones soeces de los detenidos y de otras personas, y en los golpes que daban en las puertas de hierro…
Como no tenían dinero no conseguían defensor, pero lo importante en este caso no es el dinero: su importancia radica en la justicia misma, en la historia, en la geografía, en la sociología en la psicología, en la antropología… en tres palabras: en los hombres

“Hasta  la estéril y deforme roca
Es manantial cuando Moisés la toca;
O estatua, cuando Miguel Ángel la golpea”

Por eso cuando estos hombres me hablaron de su caso, yo percibía la belleza del inmenso océano cuando estrella sus olas en las rocas; la de las tempestades casanareñas, en que serpentean los relámpagos como látigos sobre centauros; la inmensamente humana de “Crimen y Castigo” o de “La Casa Muerta” de Dostoievski, la melódica del “De Profundis”, de Wilde, la de “ La Danza Macabra”, el poema sinfónico por excelencia, o la majestuosidad del “Juicio Final” de Bounarroti.
Pero para captar esas emociones se necesita haber experimentado en nosotros mismos un dolor muy intenso, capaz de hacernos comprender el ajeno… es necesario saber que en la vida muchas cosas importan más que el dinero, y es preciso también, convivir con el pueblo, para saber que es bueno, pero que padece hambre, miseria e ignorancia y que por ello es capaz de todos los crímenes y de todas las abnegaciones.
Yo pido a ustedes tratar de situarse en esa tónica; yo les pido colocarse en armonía con el infinito y no olvidar que, por un singular privilegio, nos corresponde a nosotros, hombres del siglo XX, juzgar hechos y gentes vivientes del siglo XV; y, además, que están desvinculados de las instituciones colombianas, como de las de Suecia o Bulgaria. Ellos desconocen la ley colombiana tanto como la de Egipto, China o Nigeria.  

                                                                                 

No hay comentarios:

Publicar un comentario