Allá, donde convergen
el azul purísimo del cielo, el verde de la llanura ilímite y el rojo de un sol
reverberante, volaba una avioneta.
Minutos
y más minutos, horas y más horas de vuelo y el paisaje no cambiaba: parecía como
si el tiempo y el espacio se hubieran anulado, para dar paso al mundo del
color.
De
vez en cuando palmeras solitarias, el esqueleto de una res de larga cornamenta,
garzas y corocoras, servían para imaginar los primeros días del mundo.
La
calma, las formas, el colorido, el espacio sin límites, eran como de cuadro de
pintor surrealista.
Por
eso al llanero y a su medio, y su vida, no pueden entenderlos el común de las
gentes: el llano es un mundo surrealista.
En
la pequeña nave, a más del piloto, iban un juez de la República, su secretario
y un baquiano que trataban de localizar desde el aire, en un espacio terrenal
ilímite, a un asesino: al hombre que dirigió el genocidio de los indios Cuibas.
Era
como buscar una aguja en un pajonal, o un terrón de azúcar en las aguas del
mar; pero las presiones de la prensa y de la radio y de los comentarios que
sobre Colombia hacían en el exterior, imponían a la Justicia este singular
esfuerzo.
Repentinamente
los viajeros localizaron un grupo de vaqueros en su labor habitual, en su
actividad normal, ninguno huyó nadie se escondió.
Pero
el juez tuvo una idea: poco antes de decolar, el baquiano había hecho una
demostración de sus habilidades de cazador, y de un tiro había matado a un pato
salvaje: lo habían recogido porque pensaron que podría servirles para el
almuerzo… ahora al letrado se le ocurrió amarrar a su pescuezo una boleta de
citación para Juan José Pérez, y lo lanzó a los vaqueros.
Al
amanecer del día siguiente, luego de trotar toda la noche, llegó al Despacho
Judicial el vaquero: Tuvo que esperar varias horas en la puerta del Juzgado,
porque arribó antes de la hora de iniciación de labores: era Juan José Pérez
que, atendiendo la citación hecha mediante el pato muerto, buscaba al señor juez
para rendir indagatoria.
¿En
qué otro lugar del mundo, diferente a los llanos orientales de Colombia y
occidentales de Venezuela, puede citarse a un delincuente en esa forma?
El llano, repito,
parece obra de pintor surrealista: Alguna vez, en mi oficina de abogado,
encontré casi en éxtasis a un llanero, frente a una copia que tenía de la
“Persistencia en el recuerdo”. ¡Qué bello paisaje del llano! Me dijo: ¿dónde puedo conseguir una copia? Al
contestarle que no era un paisaje llanero sino una famosa obra de Dalí, pintor
de fama mundial, me contestó: “El cuadro puede haber sido pintado por un pintor
famoso, pero es el llano, es mi llano”. Y, para hacerle ver que no era el llano,
le dije: Si fuera el llano, ¿cómo explicarías la presencia de esos relojes
fundidos? - Nada más fácil y nada que confirme más mi apreciación: son para
indicar que en el llano no hay pasado ni futuro, sólo presente, no hay ayer ni
mañana, sólo hoy, el llano de hoy, es el de hace años y más años, y así será el
de mañana, el de siempre.”
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