En cada hogar llanero
hay uno o más lugares dónde guindar la hamaca. Veamos la descripción de este
invento de los aborígenes americanos que don Cristóbal Colón llamó “las camas
en el aire”, pero no en mi prosa, sino en poesía de don José Fernández Madrid,
primer Presidente de los Estados Unidos de Colombia:
“Al modo que en sus
nidos,
que cuelgan
de las ramas,
se mecen y
balanzan;
con
movimiento blando,
en apacible
calma,
así yo voy y
vengo
sobre mi
dulce hamaca
¡Salud, salud
dos veces
al que
invento la hamaca!
Suspendidas entre
puertas,
en medio de
la sala,
¡que cama tan
suave
tan fresca y
regalada!
Cuando el sol
con sus rayos
Ardiente nos
abraza,
¿de qué sirven
las plumas
ni las
mullidas camas?
¡salud, salud
dos veces
Al
que inventó la hamaca!
Ven, que los
dos cabemos,
Amira
idolatrada;
sobre mi
pecho ardiente
ponme tu mano blanca.
¿no sientes
cual me late?
¿no sientes
cual me abraza?
¡oh Amira
encantadora!
¡oh sonrisa!
¡oh palabras!
¡Salud, salud
dos veces
Al
que inventó la hamaca!
Mi hamaca es
un tesoro,
es mi mejor
alhaja;
a la ciudad, al campo,
siempre ella
me acompaña.
¡Oh
prodigio de industria!
Cuando no
encuentro casa,
la cuelgo de dos troncos,
y allá esta
mi posada.
¡Salud, salud
dos veces
al que
inventó la hamaca!
Con
movimiento blando
en apacible
calma
Así yo voy y
vengo
sobre mi
dulce hamaca.”
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