Se evidencia en el llano
que las grandes extensiones de tierra, con sabanas, esteros, desiertos, y selvas
que nos atraen, embrujan y subyugan, también nos llevan al bien llamado
infierno verde.
Al avanzar por regiones
más o menos vírgenes, el hombre se halla en el laberinto tropical: descubre que
en las intrincadas comarcas de la selva, así como “los árboles no dejan ver el
bosque”, el bosque no deja ver el sol, ese sol que es una de las maravillas del
llano; y cuando no puede ver el sol, el hombre está perdido: la lujuria de esas
tierras se le convierte en pesadillas.
Se percata entonces que
a las fértiles vegas siguen las sabanas estériles y que en los bellos esteros
se ocultan marismas deletéreas, ponzoñosos mosquitos, reptiles venenosos y toda
clase de bestias y plagas tropicales; que hay regiones en que abundan los
frutos naturales; en que fácilmente se cazan aves y mamíferos; en que la pesca
es indefinida de variedades, y en que las frutas se cogen sin esfuerzo, pero
también que fácilmente se puede ser cazado por el Jaguar, el puma o el güio;
que así como las cachamas, los bagres, los valentones y otras muchas especies
pueden saciar nuestra hambre, también podemos saciar la de las pirañas,
pallaras, temblones, babillas y caimanes; y que al coger una fruta o una flor
podemos ser mordidos por víboras o picados por avispas, hormigas y tarántulas.
Piensa, entonces, en
las comunidades de habitantes, más o menos arcaicas y recuerda que los
buscadores de riquezas han introducido a estas tierras la codicia y la
violencia y que es preciso enfrentarse a reales o supuestos enemigos.
Entonces la naturaleza
sigue siendo exuberante y lujuriosa, pero el hombre es incapaz de percibir la
realidad de manera objetiva; por eso saca a la luz el subconsciente, hace
realidad los sueños y piensa en forma diferente a como hasta entonces lo había
hecho.
Esa floración del
subconsciente es la que produce, en quienes se internan en llano y en la selva,
huyéndole a la sociedad y a la justicia,
o que en busca de riquezas “a como haya lugar” , esa desesperación que les trueca
el paraíso en infierno y los lleva a su propia destrucción.
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