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sábado, 21 de julio de 2012

Capítulo 37. La conquista


La conquista de América fue violenta en toda la extensión del continente: lo fue  la española, la portuguesa, la francesa, la británica y la de los pueblos conquistados o colonizados con los que quedaban por conquistar: es el caso de los pueblos indios de la América del Norte por los emigrantes de todo el mundo, que de trece pequeñas colonias británicas y francesas, lograron formar el imperio más poderoso del mundo contemporáneo, con perros y a bala, hasta la casi total exterminación de la población autóctona.
            La conquista española, que es la que nos interesa, tuvo tres objetivos: la riqueza, la preeminencia social y la evangelización cristiana. La codicia del oro bien conocida para el cronista de indias, Díaz del Castillo, es algo obvio y normal y otros dicen que a la vista o tacto del oro, los conquistadores se ponían como en trance y deseosos de incrementar su riqueza, lo arrebataban a quien lo tuviera. Se cuenta que una vez se encontraron un indígena y un español en el Cuzco y que aquel le preguntó a éste qué comían los españoles y que éste le respondió: oro y esmeraldas.
            El segundo objetivo era preeminencia social que buscaba escapar de la subordinación que tenía en la península y adquirir mando y autoridad sobre otros humanos y reconocimiento de “altos servicios” a la Corona que llevaban a títulos y honores.
            Y la tercera, la evangelización cristiana a los indios. Los conquistadores soldados cumplían esa exigencia evangelizadora porque de su cumplimiento provenían su autoridad y la facultad de explotar a los indígenas; y, por lo tanto, “no veían” que los indios conversos habían caído en sincretismo religioso entre su religión y la cristiana, que habían resuelto el problema religioso, de hondas repercusiones sociales simplemente introduciendo en su culto un nuevo dios;  mas los conquistadores frailes eran fundamentalistas: exigían conversión rápida y total, destruían todo lo indígena como obra del demonio y castigaban con fiereza a aquellos indios que al seguir rindiendo culto a sus antiguos dioses, los habían engañado y así surgió “la leyenda negra” sobre la conquista. Pudiéramos decir como Sor Juana Inés sobre otro tema: “sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis.”

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