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lunes, 30 de julio de 2012

Capítulo 46. ¿Y de los negros qué?


Uno de los puntos más impactantes del proceso de La Rubiera fue cuando el juez de la causa interrogó a los sindicados y una zamba, que de ellos era, una zamba, digo, el fruto de la unión de un indio y una negra, o al revés, de una india y un negro le respondió, con la mayor naturalidad: “Es que nosotros, los blancos, somos los racionales, pero los indios son irracionales” Ni una gota de sangre blanca tenía pero actuaba como blanca: tenía cultura blanca.
Esto nos lleva a hacer algunas consideraciones sobre la vida de los negros, que fue diferente a la de los indios. Los indios se presumían herejes; los negros, y por esto estaban sometidos al tribunal de la inquisición, se presumían cristianos. Con los indios el problema inicial era si eran hombres o bestias; con los negros ese problema no existió nunca: eran hombres; pero eran hombres, se decía, nacidos para esclavos. Con los indios el problema se resolvió cuando el Papa Pablo III, en 1537, dijo que tenían alma. Desde entonces su desigualdad con los blancos cesó, al menos en teoría porque en la práctica, en las encomiendas, eran unos esclavos. No así con los negros, a quienes suponían descendientes de Cam, el hijo de Noé, maldito por éste y condenado a ser esclavo de sus hermanos, porque se burló de aquél, al verlo borracho y desnudo. Por eso los negros tenían que soportar para siempre la maldición de Noé.
En el siglo XV, lo sabemos de sobra, los europeos estaban necesitados de las especias y su búsqueda llevo a Colón a descubrir el Nuevo Mundo. Los portugueses, que eran grandes navegantes, se le adelantaron un poco en la búsqueda de las especias y ya en 1491, estaban en el Congo, en el África central rumbo a la India, pero claramente sabedores de que estaban en África, el continente de los negros, el de la gente nacida para ser esclavos, según entonces se pensaba, que convirtieron en mercancía, en simple mercancía para venderlos como esclavos.
En el África se enfrentaron dos realidades: por un lado el paganismo africano, caracterizado por la ausencia de una religión con fundador, libro sagrado, sacerdotes, dogmas, etc. Y por el otro, el cristianismo, con Jesucristo como cabeza, con libro sagrado, evangelios, dogmas, sacerdotes y ritos. Los negros, ciertamente, no tenían una religión estructurada, como lo son el Cristianismo, el Islamismo, el Judaísmo, el Budismo y demás, pero si tenían creencias: todos los pueblos, desde la más remota antigüedad, las han tenido; todos los pueblos han creído en algo o en alguien. Ellos creían en Zambiampunzu, en los espíritus y en los antepasados, que son identificables con Dios, los Ángeles y los Santos: tenían aquellos la cruz, estos los amuletos. El rosario era un rito, de modo que les fue fácil aceptar la religión de los portugueses, la Cristiana, tanto más cuanto que como los portugueses eran, ante todo, marinos, navegantes, no catequistas, llegaron al extremo de cristianizar a los negros en forma por demás ridícula: un día antes de la salida para América, sin catequesis previa, los agrupaban en una iglesia o fuera de ella, les atribuían nombres que, para que no los olvidaran, se los daban escritos en trozos de papel, luego les tiraban sal en la boca, a uno por uno, y para terminar les echaban agua en la cara y les decían que viajarían a tierra de españoles, donde vivirían como cristianos.
A consecuencia de esta “evangelización” pensadores y religiosos españoles, tuvieron sus dudas y don Pedro de Castro y Quiñones, obispo de Sevilla, planteó el interrogante sobre muchos esclavos negros, que llegaban a Sevilla, provenientes de África y con destino a América, ya bautizados, si lo estaban en realidad ya que uno es el trato para con los paganos y otro para con los cristianos.
Así, los negros, una vez llegados a Cartagena de Indias, el primer puerto negro del Nuevo Mundo, se encontraban frente a una nueva situación, ante una nueva experiencia, la de su evangelización. Ese proceso en que una persona deja una religión que ha practicado, para hacerse practicante de otra en lo cual le van implícitos, el trato, la libertad y la misma vida. Sometidos a examen, la mayoría resultaban paganos, herejes, blasfemos… y entonces conforme al Breve del Papa Nicolás V y “Divino amore communiti” que autorizaba a los portugueses a reducir a esclavitud a “los sarracenos, paganos, infieles y enemigos de Cristo”, se decidía su suerte, pero otra era si se aplicaban las letras del Papa Pío VII al obispo de Rubicón de las Canarias, del 7 de octubre de 1462, es decir de treinta años antes del descubrimiento de América, según las cuales se condenaba el tráfico negrero como crimen y fulminaba censuras eclesiásticas contra los cristianos que se atrevían a esclavizar a los neófitos negros.
Incorporados a la sociedad, algunos no aceptaron el choque entre sus creencias y la religión de los blancos. Lo que no encontraban en la religión cristiana, lo encontraba en sus antiguos ritos africanos: la magia, el culto de los metros, las creencias en espíritus y los ritos que implicaban, han permanecido vivos. Los otros, lo que si se incorporaron el cristianismo encontraron algunos tropiezos: en primer lugar, la maldición de Cam, que permitía tener a los negros siempre en estado de esclavitud. En cuanto a los sacramentos, el bautismo, la penitencia y la extremaunción, les fueron administrados, también el matrimonio entre los de su mismo color, porque con blancos tendía a considerarse adulterio ya que los mulatos se consideraban hijos ilegítimos. En cuanto al sacerdocio, podemos decir que las órdenes sagradas estuvieron vedadas a los negros, mulatos y descendientes inmediatos de estos en un principio pues el negro bautizado y con instrucción se la llamaba ladino y perdía precio porque no podía tomársela como esclavo.
Poco a poco la restricción en cuanto a la administración de las órdenes sagradas ha disminuido pero aún son pocos los sacerdotes negros y muchos menos los obispos.
Digamos finalmente que llegados los negros a Cartagena de Indias y vendidos como esclavos, se les convertía en mercancía, venía su dispersión por regiones extensas y apartadas de las regiones urbanas, perdiendo contacto con los agentes pastorales donde sus dueños tenían interés en que no cambiaran, en que no adquirieran nuevos conocimientos pues los despreciaban profundamente: algunos negros, como medio de resistencia huyeron para vivir libremente su cultura africana en palenques, fueron los cimarrones, símbolo de libertad y resistencia, que sirvieron para la reproducción en América de los valores y de los elementos más típicamente africanos, que no tenían cabida en la sociedad colonial.
Agreguemos al margen que, producida la emancipación de los esclavos en Colombia algunos de los antiguos patrones trasladaban a las negras próximas a dar a luz al Perú para que sus hijos no nacieran libres sino esclavos.

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